El entrenamiento de fuerza está adquiriendo cada vez más popularidad. Tradicionalmente ha sido utilizado para la mejora del rendimiento deportivo o destinado a fines estéticos. Cuando se hablaba del entrenamiento enfocado para la mejora para la salud, el entrenamiento cardiovascular parecía ser el más importante (Westcott, 2012).
Sin embargo, actualmente se presta mucha atención a problemas asociados a la pérdida de masa muscular, como la disminución de la densidad mineral ósea, el descenso del metabolismo, la ganancia de grasa, patologías metabólicas como la diabetes, sarcopenia y un aumento de la mortalidad por asociado a estas causas (Westcott, 2012).
Por ello, el entrenamiento de fuerza se posiciona como uno de los mejores medios para prevenir o mitigar los efectos del envejecimiento asociados al sedentarismo.
Los beneficios del entrenamiento de fuerza no vienen solo determinados por mantener o mejorar la masa muscular, atenuando la sarcopenia. También se producen adaptaciones a nivel del sistema nervioso, que permiten incrementar la fuerza, funcionalidad y calidad de vida sin la necesidad de aumentar la masa muscular (Suchomel et al., 2018; Westcott, 2012). Por otro lado, hoy en día se conoce al músculo esquelético como un órgano endocrino, capaz de producir hormonas. Estas hormonas, llamadas mioquinas, se producen gracias a las contracciones musculares repetidas y tienen efectos beneficiosos sobre diferentes sistemas del organismo mejorando la función cerebral, hepática, del sistema inmune, intestino, páncreas, reduciendo el riesgo de cáncer, etc. (Hoffmann & Weigert, 2017).
Previene o atenúa la osteoporosis, mejorando la densidad mineral ósea (Westcott, 2012), mejora el perfil lipídico, reduce el riesgo de enfermedad coronaria (Shiroma et al., 2016; Hollings et al., 2017), mejora la salud mental y el rendimiento cognitivo, actúa como un medio protector ya que tiene efecto sobre el sistema inmune. Tiene múltiples efectos beneficiosos para las mujeres en procesos como el embarazo, la menopausia o diferentes patologías relacionadas con la menstruación (Dos Santos et al., 2020; Perales et al., 2016). Además, permite perder grasa conservando la masa muscular (Balsalobre-Fernández & Tejero-González, 2015; Westcott, 2009).
Finalmente, es uno de los métodos más eficaces para prevenir lesiones y conservar la salud de los deportistas (Emery & Pasanen, 2019).